¿Crees que todos merecemos trato digno y justo? ¿Qué tanto abusa de tí el INFONAVIT? ¿Alguna queja? ¿Estas de acuerdo con el servicio que te dan las dependencias Federales en tu país?
Lee este Interesante y Emotivo TESTIMONIO y reflexión sobre nuestro papel como ciudadanos libres ante un ATROPELLO de quienes se supone estan para ayudar a a los ciudadanos. Gracias Joelia.
Mis padres me enseñaron muchos principios morales para la vida. Me
enseñaron del respeto al prójimo, a los mayores, me enseñaron de la prudencia,
de la condescendencia y corrección a los menores, de la amabilidad ante
cualquier situación, incluso del perdón. A lo largo de mi vida he venido
modificándolos, obviamente según mis propias experiencias y creencias, pero en
esencia trato de mantenerlos y respetarlos. Hay uno, sin embargo, que me ha
resultado, a últimas fechas, bastante ambiguo y que, hasta cierto punto, ha
perdido su razón de ser: la responsabilidad.
Momento, no me refiero a que ahora prefiero ser irresponsable o a que la
responsabilidad sea un valor inútil, en absoluto. Hablo de la practicidad de
este valor en ciertos aspectos de la vida cotidiana, específicamente en los que
interviene el sistema, el Estado, pues. Resulta que...
Resulta que mis padres me enseñaron, tanto en teoría como en práctica, a
ser responsable en todas y cada una de las tareas que se tuvieran que cumplir
en el ámbito económico: las lecciones de mi padre sobre cómo utilizar tarjetas
de crédito, cómo manejarme en los bancos, las de mi madre sobre cómo comprar,
cuándo dejar de hacerlo, los ejemplos que los dos me dieron en cuanto a los trámites
y pagos de casa, carro, accesorios, incluso lujos, fueron contundentes. Yo
comencé mi historial crediticio a los 22 años: trabajando en mi primer empleo
como arquitecta obtuve mi primera tarjeta de crédito. Mi papá se deshizo en
pláticas y ejemplos para enseñarme a utilizarla. Todo me fue de maravilla
durante años, de un crédito pasé a varios más y hoy, a catorce años de eso, mi
historial crediticio está impecable.
O estaba…
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Uno de mis mayores créditos es, como el de muchos, el Infonavit. Desde
hace casi cinco años pago una casa con una cuota mensual de residencial
privado, mientras vivo en una casa pequeña de fraccionamiento abierto que ni
siquiera ha sido (ni será) municipalizado porque la empresa constructora se fue
de la ciudad sin realizar ningún trámite para municipalizar los servicios. La
infraestructura urbana nunca fue recibida por las instituciones y, obviamente,
no fue revisada y corregida antes de que el ayuntamiento y el estado comenzaran
a hacerse cargo de ella, cada mes se rompe una válvula o alguna toma de
cualquier vecino. Pero bueno, ese es otro tema. Lo que ahora importa es: Mientras
muestres disposición para pagar, te joden.
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Comenzando por la conclusión, sucede que en esa institución federal,
mientras seas un derechohabiente al que se le descuente vía nómina su
mensualidad, no pasa nada, ni para bien ni para mal, vives en tu casa, la pagas
y punto. El problema viene cuando te quedas desempleado. ¿Qué pasa entonces? El
Infonavit expone una cantidad de garantías que como derechohabientes tenemos al
quedar desempleados, como las prórrogas, los fondos de protección de pagos,
etc. Estos beneficios se otorgan cuando el Infonavit deja de percibir los pagos
tanto de tu patrón como de tu propio sueldo. Pero ¿y qué pasa cuando decides
seguir pagando porque, como yo, eres una persona que ante todo cumple con sus
compromisos y deudas hasta donde puede y mientras puede? Te joden. Punto.
En este país, los ciudadanos responsables ante el sistema no tenemos garantías. Punto.
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En este país, los ciudadanos responsables ante el sistema no tenemos garantías. Punto.
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Sucedió de esta manera: Durante un año y medio seguí pagando mis
mensualidades, pues tenía trabajo sin seguro social pero de cierta manera
estable, por lo que, siguiendo las nobles enseñanzas de mis padres, yo cumplí
hasta el último momento. Por supuesto que en algún momento solicité una
reducción de mi mensualidad y, he de aceptarlo, esa solicitud sí me fue
aceptada. Así que medio año pagué la mensualidad completa y un año la
mensualidad reducida (que de hecho era aproximadamente un 60% de la cuota
original). Antes de llegar al último mes de la reestructuración, me acerqué a
Infonavit para solicitar una nueva reducción pero mayor, pues entonces sí me
había quedado sin trabajo ni por subcontratos. ¿Cuál fue la respuesta? “Tienes
un crédito, tu responsabilidad es pagarlo”, “si lo has podido pagar durante un
año y medio es porque puedes”, “al momento de quedar desempleada debiste dejar
de pagar para que se te activaran los beneficios, pero al pagar por tu cuenta
los cancelaste”, en pocas palabras “tu responsabilidad acabó con tus garantías y
tus derechos”.
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Por más que acudí, pedí, pregunté, investigué y llamé tanto a las oficinas de Infonavit en esta
ciudad como al infonatel, las respuestas eran las mismas, en resumen, que al
haber pagado voluntariamente cancelé mis garantías y mi derecho a las
prórrogas. Al explicar mi situación, la única opción que me brindaban era que
dejara de pagar un mes para que el sistema arrojara mi estado moroso junto con
propuestas para pago. Con gran preocupación así lo hice y, aún no terminaba la
primera semana del primer mes que no pagué, yo ya estaba en las oficinas de
Infonavit de nuevo preguntando si ya me aparecían opciones para convenir mis
pagos. Nada. De nuevo las mismas opciones, “deje de pagar para que aparezcan
propuestas”. Pasaron tres meses y nada. Al cuarto mes al fin me aparecieron las
propuestas, prórroga parcial, total o fondo de protección de pagos. Yo, feliz,
acudí al despacho al que me citaron para solicitar el fondo y pagar una
cantidad mínima durante seis meses (de los cuales ya habían corrido tres), pues
me desahogaba un poquito mientras conseguía un ingreso más. El sistema,
definitivamente no estaba de mi lado, esa mañana se bloqueó mi información y,
por más que la señorita intentó ingresar mis datos, apareció que cancelé las
opciones… ¡Pero por Dios! Era lo que estaba esperando, ¡era lo que después de
casi cuatro meses al fin me había llegado! Y se canceló. De nuevo a esperar un
mes más.
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El siguiente mes, ya el quinto, al acudir a Infonavit de nuevo, el
escenario fue más terrorífico: Como cancelé mis opciones el mes anterior y como
ya llevaba cuatro mensualidades vencidas, no tenía más opciones que pagar o
pagar. Ah, bueno, que esperara a que me llamara otro despacho para ver si me
aparecían, de casualidad, otras propuestas. Y, como dato extra, no era factible
que bajaran la cuota de las mensualidades pues mi contrato fue hecho en VSMD,
no en factor porcentaje. Pregunté por las garantías individuales, aquellas que
hablan de que sólo se puede descontar un 35% del sueldo a un acreditado. Nada
era válido, así ganara cinco pesos, el Infonavit, al detectar mi alta en el
seguro, descontaría los miles de pesos que decía mi contrato. No había
opciones. Nada.
Esperé tres semanas y al fin llegó el citatorio, acudí al despacho y la
información fue más desalentadora, ¡más todavía! O pagaba el adeudo completo o
al menos una mensualidad o me demandarían y me llevarían a juicio por ser una
derechohabiente morosa… irresponsable. No lloré porque alcancé a respirar hondo
antes de soltar las lagrimotas de impotencia y coraje. ¿Irresponsable? Yo, que
había pagado durante un año y medio de manera voluntaria, que me había acercado
infinidad de veces a solicitar un convenio para reducir mis mensualidades y no
dejar de pagar y no arriesgar mi patrimonio, yo era irresponsable. Por ser
responsable era irresponsable y, lo peor, había perdido mis derechos.
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Asustada acudí a Defensoría de Oficio en donde la única ayuda que me
proporcionaron fue una asesoría de miedo, en donde me indicaban que
efectivamente el Infonavit tenía la sartén por el mango y podía demandarme en
el momento en que quisiera hacerlo, que ellos no podían defenderme, que mi
error fue haber dejado de pagar y que incluso el Infonavit podía obligarme a
seguir la demanda en México, bajo mi propio costo, incluido el proceso legal.
Casi muero infartada.
Busqué asesoría legal en un despacho privado y me explicaron, en pocas
palabras, que el Infonavit cree convenientemente, al haber percibido mis pagos
voluntarios durante tanto tiempo, que tengo la suficiente solvencia económica
para seguirlo haciendo y que, por lo tanto, mis derechos pierden valor o, de
plano, desaparecen. Que por más que yo me acerque con mis cinco pesos a querer
pagar, porque eso es lo que puedo pagar, ellos no lo aceptarán. Que es
preferible dejar de pagar desde el primer momento del despido para que los
beneficios surjan solitos, como surgen en apoyo a los desempleados que desde el
primer momento se asumen como tal.
Y ese fue mi error. A pesar de haber sufrido el despido de la empresa en
la que trabajaba, jamás me consideré desempleada, jamás me asumí como tal y,
por lo tanto, en esos momentos no quise utilizar mis garantías. En otras
palabras, pensé ilusamente, estúpidamente, que responsabilizándome de mis
deudas mientras pudiera y sintiéndome afortunada porque, aún desempleada
formal, contaba con trabajo, al momento de no contar con la misma solvencia
obviamente seguiría teniendo los mismos derechos, garantías y beneficios,
incluso más por haber sido una acreditada responsable que pagó en tiempo y
forma mientras le fue posible.
Pero no.
En este país te jodes o te joden.
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En este país, el sistema paternalista alimenta la idea de que hay que
estar jodido para recibir ayuda y, por ende, de que chingarse para cumplir lo
más posible es sinónimo de riqueza y, por lo tanto, no necesitas ayuda.
En este país, hay que hacerse el jodido para recibir migajas, porque si
luchas por lo que quieres pierdes todo el derecho a defender eso mismo por lo
que estás luchando.
Así funciona este sistema, alimentar la mediocridad es parte del plan,
supongo, para seguir aletargando a la gente. No es culpa de unos cuantos, es
culpa de todos. Es una de las tantas razones por las que este país no se
termina de desarrollar y dejar de ser tercermundista o subdesarrollado, porque
la primicia aquí es pedir ayuda estando jodido, o brindar ayuda a los jodidos,
o negar ayuda a los que se chingan en el intento de pedir ayuda sólo en el
último de los casos. Si te esperas a pedir ayuda al final, cuando ya luchaste y
luchaste por evitarlo, cuando la pides ya no la obtienes, ya no hay nada.
Declárate jodido desde el principio y te lloverán los apoyos.
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Y no es nada en contra de las comunidades realmente necesitadas, de aquellos que se encuentran en real situación de pobreza y que una ayuda del gobierno es la única solución a su problema de hambre, marginación o injusticia. No es el problema contra los jodidos, sino contra el sistema que se encarga de agrandar su número. De incluirnos en su número. A todos.
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Y no es nada en contra de las comunidades realmente necesitadas, de aquellos que se encuentran en real situación de pobreza y que una ayuda del gobierno es la única solución a su problema de hambre, marginación o injusticia. No es el problema contra los jodidos, sino contra el sistema que se encarga de agrandar su número. De incluirnos en su número. A todos.
Aquí cambia el dicho que dicen que Dios dice: “ayúdate, que yo te ayudaré”.
En México el Estado dice “jódete, que así te ayudaré”.
La responsabilidad como principio moral y ético, es una virtud y guía
para la vida. La responsabilidad como actividad práctica en este país
paternalista, es una piedra en el zapato del avance. Perdón, debo corregir: El
sistema paternalista de este país es, de hecho, una gran roca en el zapato de
cada uno de nosotros para desarrollar la virtud de la responsabilidad.
Mientras un slogan del Infonavit dice “¡Acérquese a nosotros porque
siempre que haya voluntad de pago, habrá acuerdos!”, la realidad dice otra
cosa. Una muy distinta.
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Joélia Dávila es Escritora Mexicalense.
Su sitio web : http://loqueavecessesiente.blogspot.mx/
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